Si llevas meses escuchando “vuelve cuando tengas más validación”, pero tus métricas iniciales ya prueban tracción y el mercado se está moviendo, quizá no falte “otra mentoría”: falta GO-TO-MARKET. Este post te da un framework simple para decidir el GO, alinear equipo, banco, inversores y prensa, y ejecutar
Cuando el miedo se queda en la puerta
La mañana no tiene épica. El pitch abierto otra vez con nombre absurdo: “final_definitiva_versión_ok”. Afuera, la ciudad sigue como si nada. Dentro, algo se ha movido un milímetro, lo justo para que todo cambie.
No fue una mentoría brillante ni una señal del universo. Fue un cansancio distinto: el hartazgo de oír tu propia voz diciendo “cuando validemos un poco más…”. Ese día te pillas mintiéndote con educación corporativa y decides apagar el piloto automático. Silencio. Respiras. Y aparece una certeza sencilla, brutal: ya está.
Empiezas a mirar tu proyecto como se mira a alguien que quieres: sin PowerPoint, sin KPI en la frente. ¿Funciona? Sí. ¿Es perfecto? No. ¿Te importa? Menos que ayer. Porque la perfección, hoy, es una excusa con buen branding. Y tú ya no quieres excusas: quieres escenario.
De vuelta con el equipo no hay discursos heroicos. Hay miradas. Esa mezcla de miedo y risa que sólo aparece cuando se entiende el plan sin necesidad de plan: abrir la puerta y tocar. Como en un bolo pequeño, con el ampli prestado y el cable que hace ruido. Nadie está listo. Todos están vivos.
El banco huele a moqueta y a protocolario, pero hoy no te empequeñece. Entras sin disfrazar lo que haces. No pides permiso para existir; invitas a participar de algo que ya late. Te sorprendes hablando claro. Te sorprende que te entiendan. Tal vez la seguridad nunca fue una cifra: siempre fue un tono.
En el trayecto de vuelta suena ese riff de los noventa que te devolvió al instituto. La ciudad se te pone en modo videoclip. No hay euforia, hay foco. Sientes el miedo, claro que sí, sentado en el asiento de atrás, comentando cosas. Lo dejas hablar. Lo importante es que ya no conduce.
Por la tarde, pulsas “publicar”. Es un clic pequeño, sin fuegos artificiales. Pero cambia el aire de la habitación. Entra una notificación. Luego otra. No gritas. Sonríes flojito. Te das cuenta de que el futuro no llega con fanfarria: se presenta tímido, vestido de presente.
Esa noche no duermes del todo. No por ansiedad, por voltaje. Miras el techo y piensas en todas las veces que dudaste y en la gente que confió cuando eran sólo planos y promesas. Les debes algo: acción. A ti también. Porque el tiempo que se ha ido validando también te enseñó a escucharte, y lo que te dices ahora es inequívoco: “Es el momento”.
Al día siguiente, alguien del equipo te escribe: “Tengo nervios, ¿y si no sale?” Respondes con la verdad más bonita que conoces: “Entonces lo haremos salir”. Porque esto no va de magia. Va de presencia. De estar en el sitio correcto con la actitud correcta las suficientes veces como para que las puertas cedan. Y ceden.
Empiezas a contar lo que haces sin pedir perdón por existir. Con humor, con verdad, con cicatrices. Dejas de vender el sueño y te dedicas a invitar a vivirlo. Se nota. Se nota en cómo te presentas, en cómo cierras, en cómo dices “no” a lo que distrae. La gente responde a la energía de quien ya decidió.
Y sí, habrá días torcidos. Días de “por qué me metí en esto” y de “no llego”. Pero hay una diferencia sustancial: ahora estás en juego. Ya no miras desde la grada al que se atreve; estás en la pista, con el pulso fuerte y la camiseta empapada. Pierdes balones. Metes otros. Sumás minutos. Eso es construir.
Si necesitas una señal, esta es. Si esperabas una palmadita, aquí va, con cariño pero sin azúcar: sal a romperla. Deja el miedo en la puerta, que te espere fuera como un perro mojado. Llévate la audacia, la curiosidad y esa terquedad que te trajo hasta aquí. Hay público ahí fuera que no sabe que te necesita. Hay un banco, un inversor, un partner, una periodista que aún no te ha visto pero te va a entender cuando te vea haciendo.
No prometas. Muestra. No ensayes. Toca. El escenario no se gana con argumentos; se gana con presencia. Y tú ya estás aquí.
Deja una respuesta