Barcelona pone trabas al talento emergente: los músicos amateurs luchan por encontrar espacios donde tocar

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Barcelona, junio de 2025 — En una ciudad conocida por su vida cultural, una paradoja preocupa cada vez más al ecosistema musical: los músicos amateurs tienen serias dificultades para encontrar espacios donde tocar en directo. A pesar del auge creativo y del talento que sale cada año de las escuelas de música, la realidad para estos artistas emergentes es desalentadora.

Menos salas, más obstáculos

En los últimos años, numerosos locales emblemáticos han cerrado o reducido su programación por presiones vecinales, dificultades económicas o el endurecimiento de normativas acústicas. Casos como el del mítico club Milano o la incertidumbre del Jazzman han dejado claro que la música en vivo —especialmente la no comercial— tiene cada vez menos cabida.

“Hay una inmensidad de músicos que no encuentra dónde actuar”, lamenta un programador cultural del circuito local. El cierre de espacios como Heliogàbal tras sanciones de hasta 18.000 euros por cuestiones acústicas refleja un conflicto creciente entre cultura y convivencia.

El equilibrio imposible: cumplir la ley sin morir en el intento

Aunque el Ayuntamiento ha impulsado la figura de los Espacios de Cultura Viva para permitir música en directo en bares y cafeterías, los requisitos técnicos (doble puerta, limitadores de sonido, aislamiento) y burocráticos (licencias, programación mínima anual) se han vuelto un muro infranqueable para muchos pequeños empresarios.

En 2023 se anunció una línea de subvenciones de 400.000 euros para adaptar locales, pero muchos aseguran que los costes reales superan con creces la ayuda ofrecida.

Precariedad y desilusión

La mayoría de músicos amateurs costean sus ensayos, equipo y transporte. Muchos actúan por una paga simbólica o incluso gratis, y comparten ingresos con las salas, debiendo además pagar derechos a la SGAE. “No es que no queramos pagar, es que a veces no queda nada que repartir”, comenta una guitarrista de indie-folk que lleva dos años sin subirse a un escenario.

Un público que ya no va a conciertos pequeños

Otro factor clave es el cambio de hábitos del público. La oferta masiva de festivales y conciertos de gran formato, junto al consumo musical por streaming, ha restado visibilidad y asistencia a los directos de pequeña escala.

Colectivos culturales proponen simplificar licencias, aumentar ayudas a salas pequeñas y fomentar campañas que valoren la música local.

“Hay una inmensidad de músicos que no encuentra dónde actuar”, resumen desde el entorno del festival Say It Loud (Nació Digital, 2023).

Fuentes:

  • El Periódico (2024): “Barcelona limita el directo en bares si supera 78 dB”.
  • Nació Digital (2023): «El directe petit es queda sense escenaris a Barcelona».
  • Ajuntament de Barcelona (2023): Espais de Cultura Viva — normativa oficial.
  • El Salto Diario (2023): “La escena musical barcelonesa, asfixiada entre normativas y falta de público”.



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